Artwork by Dalton Buddy James

Steve Lekson

University of Colorado at Boulder

El “pos-clásico” de Norteamérica

“Postclásico ” se refiere al período mesoamericano desde el fin de Teotihuacan y el Maya Clásico a la llegada de los españoles, más o menos de A.D. 850 a 1520.  Michael Smith y Francis Berdan en The Postclassic Mesoamerican World (University of Utah Press, 2003) enumeran sus características sobresalientes: (1) un crecimiento demográfico explosivo;  (2) una proliferación de entidades politicas pequeñas; (3) una cantidad y diversidad aumentada de intercambios de larga distancia; (4) la comercialización de la economía; y (5) iconografias y interacciones estilísticas nuevas; a las cuales, muchos añadirían (6) el militarismo aumentado. 

Esto era el mundo en lo cual Chaco (en el noroeste de Nuevo México), Cahokia (cerca a lo que hoy es St.Louis ) y Paquimé (en el norte de Chihuahua) emergieron como los capitolios de estados secundarios.   La arqueología no ha pensado bien ni ha pensado mucho acerca de los estados secundarios.  “¿Cómo se los distinguen los estados de tercera y cuarta generación de los estados de primera o segunda generación? … y cómo se llaman las entidades políticas en la periferia de estados cuando adquieren algunas características de aquel estado pero nunca se incorporaron?” preguntaron contribuidores a un libro reciente sobre  Estados Arcaicos (Gary Feinman y Joyce Marcus, SAR Press, 1998). La América al norte de México es un buen lugar, yo pienso, para dirigirse a estas preguntas.   Chaco, Cahokia, y Paquimé eran bastantes parecidos a estados, con sus reyes, capitolios, monumentos, economías regionales, tal vez hasta con ejercitos (todos mucho más pequeños y con menos éxito que, por ejemplo, Tula), con un grado de permanencia  (un siglo o dos).  Y seguramente eran secundarios, en términos históricos, a Mesoamérica.

Estamos acostumbrados a pensar de Chaco, Cahokia, y aun Paquimé como aislados, como culturas que se evolucionaron en platos de Petrie separados.  El aislamiento atomístico es nuestro estado de omisión.  Demandamos prueba dura, sólida –  una bolsa de rastros exóticos, elementos vestigiales explicatorios, copias exactas de temas – para demostrar que los indígenas de un lado del rio tenían conocimiento de los indígenas del otro lado del rio.  Esto parece una suposición cruel, y casi insultante a la gente que estudiamos.    Aun el campesino más pobre, estancado en el lodo de Europa medieval, se había oido de  Jerusalem y supo que se encontraba por allá al este.  ¿Cuánto más conocieron los señores de Cahokia o los gobernantes de Chaco de su mundo? 
Supongamos que, en vez de aislamiento atomistico, que todo el mundo supo de todo.  No en detalle, ni con gran  exactitud, pero tal vez la gente nativa de Norteamérica supo bastante más del continente que habían habitado (por más que diez milenos!) a que les damos crédito por costumbre.  Si tratamos a Norteamérica indigena como otros continentes (incluso Australia), no tendriamos que probar que Chaco o Cahokia supo  algo de las grandes ciudades del sur.   Podemos suponer que era así.  
Cuando hablamos de la “evolución de la complejidad política  en Chaco” o “en Cahokia,” debemos de dar una pausa y reflexionar que “complejidad política” en la forma de reyes, ciudades, y entidades como estados habían “evolucionados” casi dos milenos antes en el sur.  Las resoluciones políticas ofrecidas por los gobernantes de Chaco y Cahokia no se hicieron de novo ni en un vacío histórico – o en un plato Petrie. Casi dos mil años de historia politica y tradición formaban el fondo para los experimentos políticos y sociales norteños.  Y dos mil años de historia política que podían ser aprovechados por los gobernantes de los estados secundarios norteños (à la Mary Helms). 

Muchas características de Mesoamérica postclásica se reflejaron en las sociedades  contemporáneas del norte.  En el suroeste (1) la población se estalló en los siglos XI y XII; (2) una serie de entidades políticas pequeñas experimentaron auges y caídas – Chaco, Aztec, Paquimé y Hohokam Clásico; (3) el intercambio de larga distancia aumentó bastante en Pueblo IV; (4) economías del mercado florecieron en los períodos de Hohokam Sedentario y Clásico; y (5)las nuevas iconografias e interacciones estilísticas notables del Pueblo IV son análogos al estilo Mixteca-Puebla (y otros estilos “internacionales”), muy al sur, y sin cuestion, (6) la violencia, acercando al militarismo, vino despues del siglo XI.  Más o menos lo mismo se podria decir del valle de Mississippi y del suroeste.    Unos ejemplos/observaciones:  La población se aumentó de manera notable através de los períodos medianos de Mississippi.  Entidades políticas pequeñas y medianas surgieron y cayeron en Cahokia, Moundville, y docenas de cacicazgos Mississippianas siguientes.    El Complejo Ceremonial Suroriental era el equivalente artístico del Pueblo IV en el oriente – aun muy diferente en su forma y contenido!  Y el militarismo subió a niveles extraordinarios en los períodos emergentes Mississippianos, Hopewell o anteriores.  Las tendencias y acontecimientos que caracterizaban el Postclásico en Mesoamérica tenían sus paralelos en el norte.

Esto no es decir que Mesoamérica causó Chaco o creó a Cahokia.  Direcciones causales embalaron el compás: la arquitectura monumental y la metalurgía en el valle del Mississippi eran anteriores a las de México; y los aztecas mexicas eran solamente un grupo de los pueblos numerosos que llegaron a Mesoamérica post-clásica del norte desiértico.   Flechas causales fueron del sur al norte a veces y al inverso para otros tiempos y asuntos.  De todos modos las “causas” históricas directas eran escasas en cualquier dirección.   No estoy reviviendo el pochteca de Charles Di Peso, ni la difusión de James Ford.  Mi punto es solo esto:  que, para comprender las historias tardías de las entidades políticas de Norteamérica en el suroeste, el sureste, y el valle del Mississippi, debemos de considerar un contexto histórico más amplio – igual que hicieron seguramente los gobernantes de aquellas ciudades norteamericanas.   Los eventos en Sinaloa  y Arizona eran elementos de una misma gran narrativa tanto como los eventos en Tamaulipas y Luisiana.  Norteamérica Postclásica era un solo continente.