Alba de América  21.39-40 (2002): 359-369

¿Ha salido ya el tren?: “El guardagujas”
de Juan José Arreola
e
“Información ferroviaria”
de Peter Handke

Edward Waters Hood
Northern Arizona University
Ferrocarril, sust.  El principal de varios aparatos mecánicos que nos permiten alejarnos de donde estamos para llegar a donde no estamos mejor.  Por eso el optimista lo estima mucho, porque le permite transitar con gran expediencia.

—Ambrose Bierce, The Devil's Dictionary (1911)

I

Sin lugar a dudas “El guardagujas” de Juan José Arreola (1918-2001) es un excelente cuento universal y una joya de la cuentística mexicana.  Ha sido extensamente antologado y comentado por los críticos desde la aparición de Confabulario en 1952.  Gran parte de su mérito como texto ha sido su resistencia a una sola interpretación; es un texto que se presta a múltiples interpretaciones.  Muchos han señalado, como Dale Carter, que para entender este cuento “es necesario darse cuenta de que la obra tiene varios sentidos y que se debe leer en varios niveles” (16).  El profesor Seymour Menton ha señalado varios significados del cuento en su análisis en El cuento hispanoamericano.  Según Menton:
 
Arreola presenta, en este cuento relativamente largo para él, su interpretación del mundo de mediados del siglo XX.  Los sucesos fantásticos que narra el viejo guardagujas constituyen la respuesta de Arreola al materialismo y al existencialismo.  Admite con tristeza que no vivimos en el mejor mundo posible y se ríe de aquellas personas que se dejan absorber tanto por ese mundo que nunca pueden librarse de su succión irresistible.  Al mismo tiempo, su actitud es más mexicana en que no se desespera, sino que aboga por el viaje a bordo del tren de la vida sin preocuparse de la ruta que lleva.  El solo hecho de abordar el tren es una verdadera hazaña y debe apreciarse como tal... (427)


Para Menton, los defectos del sistema ferroviario de México forman la base realista para el cuento mágicorrealista de Arreola, un texto que combina “la realidad mexicana con la fantasía” (438).  Dale Carter recalca en esta idea: “‘El guardagujas’ es un buen ejemplo del realismo mágico, ya que superpone la fantasía sobre la burocrática realidad del sistema ferroviario mexicano” (16).  Para muchos críticos como Menton y Carter, la base realista del cuento —que sugiere una interpretación localista— es sólo un pretexto del cual se vale el escritor mexicano para presentar un tema cosmopolita y universal.  Examinemos brevemente las interpretaciones cosmopolitas de tres críticos de “El guardagujas”.

George R. McMurray, en su artículo “Albert Camus’ Concept of the Absurd and Juan José Arreola’s ‘The Switchman’ (“El concepto del absurdo de Albert Camus y ‘El guardagujas’ de Juan José Arreola”), identifica el cuento a nivel metafórico con el concepto del absurdo de Albert Camus.  En sus palabras: “In ‘The Switchman’ the railroad journey could be construed as a metaphor of absurd existence, and the act of boarding the train, as both an awareness of the absurd and an acceptance of its challenges on the part of the passengers who, once on board, realize they may not be taken where they want to go” (“En “El guardagujas” el viaje en tren se podría entender como una metáfora por la existencia absurda, y el acto de abordar el tren, tanto como conciencia del absurdo como una aceptación de sus desafíos de parte de los pasajeros, quienes, una vez a bordo, se dan cuenta que tal vez no los llevará a donde quieren ir”) (32).
 
Evelio Echevarría ofrece una lectura alegórica de “El guardagujas” en su artículo “El guardagujas: ideario vital y existencial de Juan José Arreola”.  Este crítico concibe al pasajero “como a un alma que está a punto de nacer y que espera su turno para entrar en la vida, con la convicción de que su permanencia en ésta está organizada y arreglada de antemano y que alcanzará finalmente un destino inmortal (la estación de T., marcada en su boleto)” (221).  Al final de su interesante análisis, Echevarría declara que su interpretación no es la final, que “se pueden ofrecer varias a la vez, todas válidas” (226).
 
John R. Burt, en su artículo “This is no Way to Run a Railroad: Arreola's Allegorical Railroad and a Possible Source” (“Así no se maneja un ferrocarril: el ferrocarril alegórico de Juan José Arreola y una fuente posible”) arguye que “El guardagujas” fue inspirado por el cuento “The Celestial Railroad” (“El ferrocarril celestial”) (1843) de Nathaniel Hawthorne.  Mientras que Hawthorne emplea el tren alegórico para predicar la moralidad cristiana, Arreola se hace del tema para presentar la problemática situación del ser humano a mediados del siglo XX.  Burt señala muchas similaridades entre los dos cuentos, atribuyéndolas al hecho de que los dos se estructuren alrededor de la misma metáfora: el tren, o el viaje en tren, es la vida.
II
El método de Burt me interesa, porque me gustaría hacer algunas comparaciones entre “El guardagujas” y un breve poema/narración postmodernista, “Información ferroviaria” (“Zugausk­unft”), del escritor de origen austríaco Peter Hand­ke.  Creo que la comparación apoya una interpretación más de “El guardagujas” que podríamos aunar a las ya enunciadas; i.e., el cuestionamiento de la fe incondicional del hombre en el progreso material y en la máquina sin medir sus conse­cuencias para la cultura y civilización huma­nas.  Los dos textos también nos ofrecen una oportunidad de comparar dos enfoques culturales distintos del mismo tema:  uno europeo y otro hispanoamericano.

Algunos críticos han señalado la presencia de este tema en otros textos de Arreola.  Por ejemplo, Yulan Washburn, en su excelente estudio de Arreola y su obra, comenta lo siguiente respecto al cuento “Baby H.P.”: “Once human beings accept materialistic function as the overriding value in life, life loses its intrinsic value and is hence expendable” (“Una vez que los seres humanos aceptan la función materialista como el valor principal de la vida, ésta pierde su valor intrínseco y de ahí es superflua”) (44). Refiriéndose a “El prodigioso miligramo” (1952) dice: “It is also an affirmation that human beings create their own hells... " (“Es, también, una afirmación que los seres humanos crean sus propios infiernos”) (47).

La acogida que el hombre moderno le ha brindado a la tecnología científica sólo en la actualidad está dejando ver sus aspectos negativos.  Si por un lado la máquina y el desarrollo han producido para muchos una abundancia material sin precedentes, por otro lado esta bonanza no ha significado necesariamente un equivalente progreso cultural y espiritual del hombre.  De hecho, ha cobrado un precio muy elevado.
 

III

La comparación del cuento existencialista, metafórico y mágicorrealista de Arreola con el poema/narración postmodernista de Handke sobre el tema del transporte ferroviario tal vez ilumine este tema.  Para empezar, resumamos el argumento de cada uno, señalando a la vez algunos de sus rasgos formales. Evelio Echevarría resume el argumento de “El guardagujas” con las siguientes palabras en su artículo:
 
Un forastero llega, arrastrando su pesada valija a una estación desierta.  Es la hora justa en que su tren debe partir.  Súbitamente se le apa­rece un "viejecillo" de vago aspecto ferro­carrilero".  El forastero le pre­gun­ta por el tren que debe llevarlo a T., su estación de destino.  Pero el viejecillo, el guardagujas, por com­pasión prin­cipal­mente, comienza a aleccionarlo sobre los increíbles defectos de los ferro­carriles del país.­  El resto es sola­mente un diálogo entre el fora­stero y el guarda­gujas, en el cual éste hace al primero tal descripción del servicio de ferro­carri­les que raya en lo fantástico y lo ridículo. (221)
Entre las arbitrariedades del servicio señaladas por el guardagujas se incluyen las siguientes: 1) los trenes no siguen ningún itinerario fijo ni tienen ningún rumbo establecido; 2) como no precisan de rieles, llegan hasta lugares intransitables; 3) a veces los trenes quedan abandonados y los pasajeros se ven obligados a fundar nuevos pueblos; 4) hay desigualdades en el servicio del tren —si hay un solo riel, son los pasajeros de primera clase los que se sientan al lado del vagón donde hay riel para no sufrir golpes—; 5) a veces los pasajeros se ven reclutados y obligados a cooperar en la empresa, como, por ejemplo, en una instancia para salvar un abismo no transitable, desarman el tren y lo llevan pieza por pieza al otro lado para luego armarlo de nuevo; 6) para disminuir la ansiedad de los pasajeros, a veces la empresa se apela a artífices para hacerles creer que el tren está en movi­miento, creando ilusiones para así engañarlos; 7) para aliviar los problemas que tienen algunos pasa­jeros con empresa tan descabellada, ésta está organizando escuelas donde “los futuros viajeros reciben lecciones de urbanidad y un entrenamiento adecuado, que los capacita para que puedan pasar su vida en los trenes” (654).
 
Ante la descripción del guardagujas del servicio ferroviario, el forastero, que sigue insistiendo que tiene que llegar al pueblo de T, se desconcierta.  Cuando de pronto se oye el tren, el guarda­gujas se agita y se echa a correr “saltando entre los rieles, impru­dentemente, al encuentro del tren” (656).  El guardagujas vuelve la cabeza para decirle al forastero que tiene suerte y para asegu­rarle que mañana mismo llegará a su destino.  En­tonces le pregunta de nuevo el nombre del pueblo de des­tino.  El forastero le contesta —X!. El guarda­gujas desaparece, dejando como único rastro, el punto rojo de su linterna mien­tras que la loco­motora se acer­ca “como un ruidoso advenimiento” (656).
 

Como se verá, aunque tiene un argumento mucho menos complicado que el cuento del autor mexi­cano, “Infor­mación ferroviaria” de Peter Handke ofrece puntos de comparación con “El guardaguja­s”. En esta narración una persona no identificada le pregunta a una segunda persona, tampoco idenfi­cada, cómo llegar a la ciudad de Stock.  El texto empieza con las siguientes palabras: “Para Stock, por favor”.  La segunda perso­na, probable­mente un dependiente de la estación del tren, contesta, dán­dole instrucciones precisas y deta­lladas al pasajero sobre como llegar a su destino.  Des­gra­ciada­mente para el viajero, a pesar de la organiza­ción exagerada aso­ciada con el transporte en tren, su viaje va a llevar dos días.  En vez de ser una simple cuestión de subirse a un tren y viajar a su destino, al viajero se le informa de un sinnúmero de escollos: repetidas esca­las, conexio­nes —en barco, en autobús y en taxi—, itinerarios sujetos a cambio, etcétera.  ¡Hasta tendrá que pasar la noche en una estación! Al final de su larga explica­ción, el depen­diente le informa al viajero que después de su viaje de dos días, tendrá que caminar una hora y media para llegar a su destino, al cual con suerte llegará a las cinco y media de la tarde.  El viajero pregunta inocente­mente “¿Se oscurece a esa hora en invierno?”, y el dependiente repite la pregunta como afirmación: “Se oscurece a esa hora en invierno”.
 
 

IV

Es interesante comparar los contextos cultu­rales que forman los referentes de los dos textos: el mundo hispano­ame­ricano (mexicano) de Arreola y el europeo (germánico) de Handke.  Mientras que los alemanes tienen fama de ser extremadamente organi­zados, los hispano­americanos, por bien o mal, han sido estereotipados —y a veces se han estereotipado— de desorgani­zados.  Estos dos estereotipos repre­sentan dos actitudes extremas y las dos tienen aspectos positivos y negativos.  A pesar de estas supuestas diferencias culturales, en ambos espacios el enfrentamiento del hombre con la máquina tiene un impacto nega­tivo y des­humanizante.
El poema de Handke presenta bien la idea del absurdo de Albert Camus que McMurray aplica en su análisis de “El guardagujas”:  el viaje en tren se le vuelve al pasajero una pesadilla, la cual tiene poder absoluto sobre su existencia.  Ta­mbién podemos aplicar el acercamiento de Echeverría a “El guarda­gujas” —el viaje en tren como una alegoría de la existencia humana— al texto de Handke: el prota­gonista pasará una eternidad —dos días— en tránsito y llegará a su destino precisamente en el momento en que se oscurece: una alusión inequívoca a la muerte del mismo sujeto.  Finalmente, como Burt interpreta el tren de Arreola en “El guardagujas”, podemos ver “Información ferroviaria” como una presentación de la problemática situación del ser humano a mediados del siglo XX.
 
En los dos textos lo importante para el viajero es llegar.  Se supone que el modo de trans­porte —el tren— va a facilitar este deseo y nece­sidad de lle­gar.  Sin embargo, en los dos casos el tren no sólo obsta­culiza este propósito, sino que llega a controlar y determinar la existencia de estos dos personajes viajeros. Los itinerarios de los trenes del cuento de Arreola son arbitrarios, no correspon­den a las necesi­dades y deseos del viajero.  En cambio, aunque hay itinerarios fijos en el texto de Handke, en realidad no le sirven al viajero para nada.  Ante lo absurdo de su situación, los protago­nistas responden de maneras distintas.  El de “El guarda­gujas” protesta, mientras que el de “Informa­ción ferroviaria” parece aceptar su situación con resignación, sin mostrar emoción alguna.
Los dos textos demuestran que vivimos en un mundo estructurado por las mis­mas máquinas que hemos creado para servirnos a noso­tros.  En “El guardagujas”, el guardagujas de­scribe las adapta­ciones que el hombre tiene que hacer para vivir en este mundo regido por las máqui­nas; se vuelve un sujeto desequilibrado como el mismo guardagujas.  La locura del guardagujas se ve en muchos detalles del cuento.  En primer lugar, aunque trabaja o ha trabajado antes como guarda­gujas y se presenta como un perito en asuntos ferro­viarios, nunca ha viajado en tren.  Segun­do, elogia todas las iniciativas absurdas de la empresa que implican el control de los hombres para los fines de la misma empresa.  Si esto fuera poco, el desequi­librio del guardagujas se revela al final cuando sigue ``corriendo y saltando entre los rieles, imprudente­mente, al encuentro del tren” (656).

Es significativo que el guardagujas hable de lo que pasa cuando los trenes dejan de funcionar, o cuando no pueden avanzar más. Por ejemplo, dice: "La aldea de F. surgió a causa de uno de esos acci­dentes. El tren fue a dar en un terreno impractica­ble. Lijada por la arena, las ruedas se gastaron hasta los ejes. Los viajeros pasaron tanto tiempo juntos, que de las obli­gadas con­versa­ciones triviales sur­gieron amistades estre­chas. Algunas de esas amis­tades se transfor­maron pronto en idilios, y el resultado ha sido F., una aldea progresista llena de niños traviesos que juegan con los vestigios enmo­hecidos del tren. (653) En otras palabras, el fracaso del tren en el cuento de Arreola significa que la vida huma­na —aunque sea por accidente— pueda volver a surgir. Los niños jugarán entre “los vestigios enmohecidos del tren”.

El tren y las máquinas han sido recibidos ingenuamente por los hombres como promete­dores de una nueva era de progreso y prosperidad para la humani­dad.  O, en las últimas palabras de “El guardagujas”, “la loco­motora se acercaba como un ruidoso advenimiento” (656).  ­Aunque tal vez Arreola haya exagerado los problemas del tren, demuestra que este avance tecnológico no ha significado ningún cambio espiritual en el hombre: las mismas desigualdades siguen en pie en el mara­villoso mundo del tren.

V
Sabemos que para Arreola, como para Hand­ke, la perfección es un ideal ajeno al mundo en que vivimos.  Queda por verse si las máquinas y la tecnología termi­narán por crear un mundo donde no haya espacio para seres imperfectos como nosotros.  Podemos suponer que el viajero de Handke, en su silencio, sólo puede formularse una pregunta, la que hace el forastero al principio de “El guardagujas”: “¿Ha salido ya el tren?”
Tanto el cuento de Arreola como el poema en prosa de Handke ponen en tela de juicio el materialismo y la fe ciega en la máquina del hombre moderno.  Por consiguiente, una interpreta­ción de este cuento de Arreola como una crítica del sistema ferroviario mexicano sería dema­siado fácil, ingenua e incompleta.  Las pesadillas vividas en años recientes por los pasajeros que viajan por avión en todo el mundo dan testimonio a la universalidad y vigencia de este dilema humano que Arreola plasma perfectamente en su cuento. La comple­jidad y ambigüedad de su obra maestra en miniatura no sólo apoyan las múltiples interpretaciones que hemos examinado aquí, sino que también las resis­te.


OBRAS CITADAS

Arreola, Juan José. “El guardagujas” (de Confa­bulario total). En Angel Flores, ed. Historia y anto­logia del cuento y la novela en his­pano­américa. New York: Las Am­éri­cas Pub­lish­ing Company.
___   .  Confabulario total (1941-1961). México: Fondo de Cultura Eco­nó­mica, 1961.
Burt, John R. “This is No Way to Run a Railroad: Arreola's Allegorical Railroad and a Possible Source”. Hispania 71-4 (1988): 806-811.
Echevarría, Evelio. “‘El guardagujas’: Ideario vital y existencial de Juan José Arreo­la” Nueva Narra­tiva Hispa­no­a­meri­cana IV (1974): 221-226.
Handke, Peter. “Zugauskunft” (“Información ferro­viaria”) en Innenwelt der Au?enwelt der Innenwelt (El mundo interior del mundo exterior del mundo inter­ior).  Frankfurt: Suhrkanp Verlag, 1972: págs. 16–18.  Les agradezco a James Blac­k­burny a Klaus Michl­mayr sus traducciones al inglés de este texto.
Hawthorne, Nathaniel. The Celestial Railroad and Other Stories. New York: New Ameri­can Li­brary, 1963: 185-202.
McMurray, George R. “Albert Camus' Concept of the Absurd and Juan José Arreo­la's ‘The Switch­man’. Latin Ameri­can Liter­ary Review 11 (1977): 30-35.
Menton, Seymour. El cuento hispanoamericano(anto­logía crítico-histórica). México: Fondo de Cultura Econó­mica, 3a edición, 1986.
Washburn, Yulan M. Juan José Arreola. Boston: Twayne Publishers, 1983.